La
publicación “El Espejo” busca reflejar lo que acontece día a día en AMIA La Plata. Ese acontecer diario que
vengo acompañando hace un tiempito.
Justamente,
nuestro tiempo está marcado por nuestro Luaj, que nos invita a vivir una vida
judía plena todo el año. Con cada Shabat, con cada Jag, con cada ocasión para
el estudio y la vivencia comunitaria.
Y
ya que miro el Luaj, veo que lo que se nos viene próximamente es Purim. Esta
fiesta que nos relata los milagros acaecidos al pueblo judío, a la Reina Esther y
Mordejai, en los días de Ajashverosh, contra los designios del malvado Hamán.
Hablando
de ‘espejos’, me acordé del cuento de Blancanieves, donde aparece un espejo, y
una reina. Una ‘reina bruja’ que miraba a un espejo mágico y le preguntaba
¿Quién es la más bonita del reino? Y siempre recibía la respuesta que esperaba,
era ella. Pasó un día que espejito mágico respondió que había alguien más que
la superaba en belleza, y enfureció e intentó destruirla.
Historia
y reacción similar, como tantas, a la actitud de Hamán, quien no podía vivir
sabiendo que existían los judíos y, sin más, articuló los medios que creyó
pertinentes para su cometido. Conocemos el final del relato, no se sale con la
suya. ¿Por qué? ¿Cómo nos salvamos?
Esa
es la pregunta.
Esther
era reina. Pero el rey no sabía de su origen. Su identidad no había salido a la
luz.
Los
sucesos se fueron encadenando y desencadenando, y resultó que su pueblo tenía
decretada su destrucción.
Así le dice su tío Mordejai a la Reina Esther , ante la
situación de apremio para el pueblo: “…No
te imagines dentro de tu alma que tú escaparás en la casa del rey más que
cualquier otro de los judíos. Porque si por causa alguna tú callares por
completo en este tiempo, surgirá alivio y liberación para los judíos de algún
otro lugar, ¡mas tú y la casa de tu padre pereceréis!, y ¡quién sabe si no fue
para ocasión como ésta que tú has llegado al reino!” (Libro de Esther
4:13-14)
En
ese momento, la reina Esther sacó a relucir lo mejor de ella, su identidad
judía. Se identificó como judía ante el rey, y éste, al entender lo injusto de
la situación, mandó a revertir la oscura orden de muerte.
La
identidad cambió el decreto de muerte por un decreto de vida.
Esa
identidad que yace en cada uno de nosotros. Algunos la llevamos más a flor de
piel. A otros nos hace renegar un poco y nos hace sentir incómodos.
Cada uno de nosotros elige donde
estar parado, por donde andar. El espejo no siempre debe reflejar lo mismo. Si
nos preocupa la situación, si queremos que algo cambie, es momento de mostrar
nuestra identidad, de sacar afuera nuestros deseos y es momento de hacer.
Como
dice una cita del Pikei Avot 2:21 que siempre repetimos “No estás obligado a concluir toda la obra, mas tampoco eres libre de
sustraerte o eludirla”.
Todos
podemos mirar hacia otro lado, o podemos mirarnos al espejo, sincerarnos con
nosotros mismos y tomar la decisión de hacer la partecita que nos corresponde.
¡JAG SAMEAJ!
(*)
escrito a ser publicado en la revista comunitaria “El Espejo”, de AMIA LA PLATA