BS’D
En
esta Parashat Shemot, la primera del libro que lleva el mismo nombre, Shemot
(Éxodo), empieza a aparecer el líder del pueblo de Israel por excelencia: Moshé
Rabeinu.
En
cierto momento del relato de la parashá, se nos cuenta sobre él: “…y ocurrió en aquellos días,
que había crecido Moshé y salió hacia sus hermanos y observó sus trabajos
forzados...” (Shemot 2:11). El midrash nos ofrece dos posibles
interpretaciones para la frase “y observó sus trabajos forzados”: Moshé
viendo el sufrimiento de sus hermanos hebreos, no podía soportarlo, y lloraba y
pedía intercambiar el sufrimiento, prefiriendo morir él por ellos antes que
verlos sufrir. Los hebreos sufrían de un castigo desmesurado, y una esclavitud
amarga, se obligaba a los niños a hacer trabajos de adultos, y toda otra clase
de crueldades por parte del faraón egipcio y sus capataces. Dios recompensa a
Moshé por salir de sus propios asuntos como príncipe de Egipto, y preocuparse
por ver que les pasaba a los demás, con sus sufrimientos. A su vez, hay una
segunda interpretación sobre este versículo: “y observó sus trabajos
forzados” Moshé vio que no tenían descanso, fue y le dijo al faraón:
aquella persona que tiene un esclavo y no le da siquiera un día de descanso,
ese esclavo va a terminar muriendo; y tú tienes a todos tus esclavos sin
descansar siquiera un día a la semana, van a terminar muriendo. El faraón le
contestó a Moshé: Ve y haz lo que estás proponiendo. Moshé fue y se ocupó de
que tengan el día de Shabat como día de descanso (Midrash Shemot Rabá 1:27-28).
Estos
dos midrashim concatenados nos permiten pensar un tema muy vigente en nuestros
días, que atraviesa a la sociedad toda, y que seguro podemos encontrar un caso
cercano a nosotros: Las situaciones injustas, abusivas y cuanta adjetivación
queramos sumarle. Se nos presentan en todo momento, en las noticias, en
nuestros ámbitos laborales (como jefes y como empleados) y a veces por la
vorágine del día a día, no nos hacemos tiempo siquiera para mirar. Esto es una
especie de enajenación de nuestra sociedad, dónde no tenemos tiempo para
detenernos brevemente y ocuparnos del otro que necesita nuestra mano, nuestra
palabra, nuestra sonrisa y gesto amable.
Moshé
primero se toma el tiempo para ver qué sucede frente a sus narices, tiene la
sensibilidad de empatizar con el otro y entender su sentir, para luego, sin
mencionar esto, ocuparse de que esa situación se alivie. Tres breves y simples pasos: ver la
situación, sentirla en carne propia y luego poner manos a la obra. Tres grados
para avanzar, cada uno importante y sensible.
El
desafío estará centrado en no andar por la vida “ciegos, sordos y mudos” ante
el prójimo que sufre y necesita una mano, sino en crecer y poder ver a los
demás como hermanos, entenderlos y acompañarlos. Las excusas para no ocuparse
sobran: demos de nuestro tiempo y nuestro corazón cuando haga falta. Un pequeño
aporte, un leve esfuerzo, por un mundo sin faraones ni esclavos.
SHABAT SHALOM UMEVORAJ
Rabino Meir Szames