BERESHIT (GÉNESIS) 41:1- 44:17
Esta parashá consagrará a Iosef
como uno de los hombres más importantes de nuestra Tradición, lo convertirá en
Iosef HaTzadik.
El faraón soñará con sietes vacas
gordas que son devoradas por siete vacas flacas. Ningún mago ni adivino egipcio
logra dilucidar el enigma. Hasta que el jefe de los coperos recuerda que había
un joven hebreo encarcelado en la mazmorra que tenía habilidades especiales
para develar el significado de los sueños.
Iosef, invocando y reconociendo la ayuda y el consejo divinos, saldrá
tan bien parado de esta situación, que el faraón lo pondrá a cargo del gobierno
de todo Egipto.
En ese nuevo rol, se reencontrará
con sus hermanos, quienes lo dejaron abandonado en un profundo pozo, de lo que
resultaría vendido como esclavo a Egipto; fingieron su muerte y se la
anunciaron a su padre Iaacov.
Eran años de “vacas flacas”, de
sequía para toda la zona. Gracias a las previsiones que tomara Iosef, Egipto
tenía alimentos para resistir tantos años de sequía. Iaacov enviará a sus diez
hijos mayores a comprar víveres a Egipto.
Dice la Torá: ‘Vinieron los hijos
de Israel (Bnei Israel) para mercar
entre los vinientes, pues había hambre en la tierra de Canaan’ (42:5).
Iosef no se dará a conocer a sus
hermanos hasta la parashá siguiente, Vaigash. Pero en un momento de tensión con
sus hermanos, él les dirá que hagan lo que les dice, más exactamente les dice: “Hagan
esto y habrán de vivir — a Elohim yo venero” (42:18).
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Se cuenta que, en un pequeño
pueblo en la montaña, las personas, que trabajaban en la cosecha y en la
recolección de madera, salían de sus casas con una soga atada a la cintura de
un lado, y el otro extremo atado a sus hogares.
De este modo, si se perdían por
las inclemencias climáticas, en la nieve, o porque la noche los encontraba
lejos, simplemente tenían que ir volviendo guiándose con la cuerda que los unía
a sus hogares.
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Hasta ahora había aprendido que
el Minian, la base mínima de diez integrantes de una comunidad, se los aprende
comparando a los diez exploradores que mintieron sobre la Tierra Prometida, y
llevaron al Pueblo de Israel al castigo divino de deambular cuarenta años por
el desierto (Parashat Shlaj Lejá, Libro de Bemidbar). Diez exploradores = diez
para el Minian.
Hace poquito vi una fuente, que a
pesar de no ser la que marca la tendencia legal, quisiera compartirla con
ustedes: el número 10, que marca el mínimo de integrantes para un Minian, para
poder realizar todo tipo de Tefilot, que nos permite leer de la Torá y recitar
Kadish, según esta opinión talmúdica, podría aprenderse de los diez hermanos de
Iosef, que en esta parashá son llamados Bnei Israel, hijos de Israel (Iaacov),
por primera vez (Talmud Ierushalmi Meguilá 4:4). Se podría comparar este
versículo donde dice ‘Bnei Israel’,
con el versículo de Vaikrá que dice ”VeNikdashti be-toj Bnei Israel – y me
santificaré dentro de los hijos de Israel, Yo soy Adonai, El que los santifica”
(Levítico 22:32).
En ese encuentro de Iosef con sus
hermanos, abundan la tensión y la desconfianza. Hasta que, en medio de idas y
vueltas, Iosef, sin decirle que él era su hermano, les dice: yo venero a
Elohim.
Esa soga, esa guía, atada hace
generaciones, permite que pasados algunos eventos, se produzca el reencuentro
fraternal.
Quizás ese pueda ser un desafío
interesante para esa gran Kehilá que formamos los miembros del Pueblo de
Israel, que además de nuestro amor, respeto y apego a la letra, seamos capaces
de mantener en alza el espíritu. Nuestro único interés no podrá ser mantenernos
refugiados en saber que tenemos un número ‘diez‘ seguro. Tendremos que arriesgarnos
a ser hermanos, tendremos que desafiarnos a la hermandad y a la santificación
del nombre divino a través de todos nuestros actos actos.
Como dice el Martín Fierro, los
hermanos sean unidos, pues esa es la ley primera.
Que podamos buscar reunirnos en
comunidad, en Kehilá, a través de ese hilo conductor que a través de las
generaciones nos lleva por los caminos de la Torá y nuestra Tradición.
Que logremos encontrarnos en el
amor por el Otro y en la experiencia de lo trascendente.
¡SHABAT SHALOM UMEVORAJ!
¡JANUCA SAMEAJ!
Meir Szames