BS’D
Ulla dijo: Este es el razonamiento de los rabinos, que dicen que el cuerno de una vaca no es apto para sonar en Rosh HaShana (para cumplir con el precepto del Shofar). Dicen esto de acuerdo con la opinión de Rab Jisda, como dijo Rab Jisda: ¿Por qué razón el Sumo Sacerdote no entra al interior del santuario, al Lugar Santísimo (Kodesh HaKodashim), con sus vestiduras doradas para realizar allí el servicio en Iom Kippur? Es porque un fiscal-acusador (kategor) no puede convertirse en abogado defensor (sanegor). Dado que el pueblo judío cometió la transgresión de adorar al Becerro de Oro, el Sumo Sacerdote no puede entrar al Lugar Santísimo para expiar al pueblo judío vistiendo vestiduras doradas, ya que recordarían esa transgresión (Talmud – Tratado Rosh Hashana 26a[i]).
En esta parashá
encontraremos el relato sobre el Becerro de oro, momento crucial de la travesía
por el desierto, donde parte de los salidos de Egipto deciden desesperadamente
construir e idolatrar a una estatua, ya que Moshé tardaba en bajar de la
montaña con las Tablas de la Ley, y esta gente creía que su líder había muerto.
Seguramente
estamos ante una de las escenas más tensas de la Torá. Todo termina con Moshé
bajando, quebrando las primeras Tablas de la Ley, haciendo polvillo al becerro
de oro, y luego yendo a estar otros 40 días implorando el perdón divino para el
pueblo.
A su vez, este
shabat tiene un nombre especial: Shabat Pará, el tercero de los cuatro Shabatot
especiales previos a Pesaj. Se utilizan dos rollos de la Torá. Del primero leemos
la parte de la semana (en este caso Ki Tisá), y del segundo, las leyes
con respecto a la vaca roja (pará adumá) en Números 19:1-22. Todos los
Israelitas llegaban al Templo de Jerusalén en Pesaj para poder ofrecer el
cordero Pascual. Debían estar en un estado de pureza ritual para efectuar este
rito. Ya que las cenizas de la vaca roja se usaban en el proceso de purificación,
este pasaje servía para recordarles a aquellos que no se encontraban en estado
de pureza a tomar los recaudos necesarios[ii].
Y así, en esta
coincidencia que nos plantean las lecturas de la Torá de esta semana, en ambas
aparece el mismo animal, una vaca y su cría, el famoso becerro, y se relacionan
con el enunciado talmúdico con que encabezo este escrito.
Se nos enseña
en varias secciones del Talmud, que un acusador/kategor no puede terminar
siendo el defensor/sanegor del acusado. Algo que recuerda la transgresión del
pecador es imposible que termine socorriéndolo y viniendo en su ayuda. Esa es
la regla general.
Pero en este
Shabat veremos cómo primero en Ki Tisá se lee sobre una falta tremenda -el
becerro-, y luego, en la lectura especial, se leerá sobre la vaca roja, la
forma bíblica de liberarse de la impureza ritual. Mismo animal, en dos procesos
opuestos totalmente, uno siendo símbolo de una transgresión enorme, y en el
otro, siendo la única manera posible de purificación.
Entonces, ¿En
qué quedamos? Hay opiniones divididas sobre una diversidad de casos: sobre si
hay necesidad de recordar el evento del becerro todos los días, algunos
proponen que un shofar de cuerno de vaca podría ser kasher, otros proponen atar
cierta parte de los tefilín con un material proveniente de la vaca, para que de
este modo le sirva de recordatorio y no caiga en el error y la transgresión. Y
así siguen los ejemplos de discusiones sobre la regla del acusador que no puede
convertirse en defensor. Los restos del becerro de oro hechos polvillo,
mezclados con agua, sirvieron para identificar a quienes habían realmente
tomado parte del acto de idolatría y castigarlos. Y al mismo tiempo, el caso de
la vaca roja/pará adumá y sus cenizas mezcladas con agua, resultan el método
bíblico para purificarse ritualmente. Esto parece hablar a las claras de que la
regla de que el acusador no se puede convertir en defensor no es absoluta.
Quizás no haya
acuerdo unánime en algunos de los casos, ni claridad terminante sobre el tema. Lo
que sí está claro es que somos seres humanos, con la posibilidad de cambiar, de
mejorar, de avanzar, y de lograr, que, a pesar de cruzarnos con un asunto
grande como una vaca, podemos cambiar la mirada, y nuestras acciones,
transformando lo que antes nos detenía en algo que nos movilice a ser mejores.
¡Shabat Shalom!
Rab Meir Szames