1.1.13

PARASHAT SHEMOT 5773


PARASHAT SHEMOT

                Comienza un nuevo libro de la Torá, Sefer Shemot, donde ‘con los doce hijos de Iaacov-Israel concluye la historia de “individualidades”, es decir, de los Patriarcas, y se inicia la historia de un pueblo:  עם בני ישראל “Am Benei Israel” –nacido de una promesa-, que deberá marchar hacia su “Gueulá” –redención- y que, a través de él surgirá la גאולה “Gueulá” –redención- de toda la humanidad’ (Rab Mordejai Edery, Sefer Shemot, 1ª edición, D’s es mi estandarte, Buenos Aires, Adar 2º 5744, pág.14)
                Dice el texto bíblico: “7. Le dijo su hermana –de Moshé- a la hija de Paró: ¿Habré de ir a llamar para ti una mujer nodriza, de las hebreas para que te amamante al niño? 8. Le dijo la hija de Paró: Ve. Fue la moza y llamó a la madre del niño. 9. Le dijo a ella la hija de Paró: Lleva a este niño y amamántamelo y yo daré tu paga. Tomó la mujer al niño y lo amamantó.” (Shemot / Éxodo 2:7-9). Vemos de este modo lo primero que le ocurre a Moshé luego de ser salvado de las aguas del Nilo. Es “amamantado” por su madre. Este amamantamiento, si se me permite, puede ser comparado con la educación que le damos a nuestros hijos. De algún modo Moshé recibe en esos primeros tiempos, una identificación con su pueblo que no se disipará siquiera luego de ser criado como un príncipe en el palacio del faraón.
                Más adelante encontramos “2. … Vio él y he aquí que la zarza ardía en fuego, mas la zarza no se consumía. 3. Dijo Moshé: He de desviarme ahora y he de ver la visión grande, ésta ¿Por qué no abrasa la zarza?” (Shemot / Éxodo 2:2-3). ¿Qué tenía Moshé para que le llame la atención la zarza? ¿Acaso era el único ser humano que había pasado por ese “lugar”? Supongamos que no, y que había algo especial en él que hizo surgir la pregunta. Esa educación que había recibido en su más tierna edad, la cual le permitió identificarse con “esclavos” siendo un príncipe, revelándose ante lo que le parecía injusto, y que ahora lo conducía a salirse del camino “normal”, para acercarse a algo que no tenía lógica a priori. Esa misma educación que lo “revela” y que no permite que él o sus semejantes puedan ser esclavizados.
                Y ahí recordé un versículo de Proverbios que aprendí de mi Rab Damián Karo, חנך לנער על פי דרכו גם כי יזקין לא יסור ממנה: Janoj la-na’ar al pi darkó gam ki iazkin lo iasur mimena “Cría al niño en su camino (en que debe andar), y cuando fuere viejo, no se apartará de él.” (Mishle / Proverbios 22:6). Así pude entender que me quiso enseñar mi Rab, y me permite a su vez entender un poco más el relato sobre Moshé y Nuestro Pueblo.
                La educación en nuestros valores, tradiciones y fuentes judías es lo que nos va a permitir entender que camino tomar y no caer esclavos de la oscuridad. Obviamente a la par de entender las ciencias modernas. Nos implantan miedos, y se plantea que hay que quedarse siempre en el mismo lugar, estáticos. Termina pasando muchas veces que aquellos que quizás por no tener real noción de sus tradiciones, acaban desdeñándolas. Y eso si es un problema. Un miedo que paraliza. Ya que se perderán del rebaño de Nuestro Pueblo, o caerán en manos inescrupulosas.
                Como cité al comienzo al Rab Edery, buscamos la redención, la liberación. No nos vamos a salvar quedándonos quietitos en nuestros lugares, escondidos (“shhhhh!!! No hagamos ruido, que nadie se de cuenta que estamos acá”), nos vamos a salvar por mamar/estudiar lo nuestro. Es la única chance de que cuando veamos la “zarza ardiente” nos llame la atención, no nos tape la oscuridad, y podamos liberarnos y ser fuente de liberación.
¡Shabat Shalom uMevoraj!

Meir Szames

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