BS’D
(Dedicado a mis morim, que me formaron y me forman, y a
mis talmidim, que día a día me enseñan y me ayudan a seguir aprendiendo).
“Ve-asú li mikdash ve-shajantí be-tojam”
Harán ellos, en Mi Nombre, un santuario y Yo residiré entre
ellos (Shemot-Éxodo 25:8).
La parashá de esta semana comienza con una orden, la mitzvá
de construir un Beit
HaMikdash[u1] . Aunque no vamos a hacer un estudio exhaustivo del tema, voy a
citar algunas opiniones al respecto.
Este mandamiento positivo consiste en construir una casa
dedicada a Adonai. Y aunque pareciera
por el lenguaje del versículo, que el mismo se refiere sólo al Mishkán (es decir, al Tabernáculo, o en otras
palabras al templo móvil utilizado en el desierto), sostienen los sabios de
distintas épocas, que se trata de una mitzvá dirigida a todas las generaciones
(véase Rashi, Rambam, entre otros, al respecto).
Las visiones del Rambam y
de Rambán al respecto se debaten el modo en que este precepto debe ser llevado
a cabo: ¿Acaso el mismo implica construcción de un templo que debiera tener
todo lo necesario para realizar allí ofrendas y sacrificios, o solamente bastaría con una casa para que en
ella resida la shejiná, la presencia divina.
Es atrapante el debate sobre la construcción misma, es decir, sobre
quién debería construir el Beit Hamikdash, el tercero.
Ese tercer Beit Hamikdash sería construido cuando llegue
el Mashiaj. Según algunas opiniones, lo construirán las personas (Rambam,
Hiljot Melajim 11:1), mientras que según otra opinión el mismo llegará ya
construido desde el cielo (véase Rashi en el Talmud de Babilonia, Tratado de Rosh
Hashaná 30a, entre otras opiniones).
El Rambam dice que la construcción recae sobre el tzibur,
es decir, sobre la congregación, y no sobre las personas en tanto individuos.
Pero una vez que se decida construirlo, todos debemos construirlo y aportar
para su construcción, tanto varones como mujeres (Hiljot Beit Habejirá 1:12,
entre otros). Todos deberíamos ser presurosos
en cuanto a la construcción del Templo, con una hermosa excepción:
quienes están estudiando. Dice el Talmud: אין מבטלין תינוקות של בית רבן אפילו לבנין בית המקדש. No se debe suspender las clases
de Torá de los niños ni siquiera para construir el Beit Hamikdash (Talmud de Babilonia, Tratado de Shabat, 119b; véase también
Mishné Torá, Hiljot Talmud Torá 2:2, Shulján Aruj, Ioré Deá 245:13).
Recapitulando: el Beit Hamikdash aparece para muchos como
el lugar más importante dentro de la tradición judía. Allí residió, reside y
residirá la presencia divina, la shejiná.
Vemos que hay gente que se entrena para el momento de la
construcción porque considera que es inminente que ocurra. Otros lo miran con
escepticismo. Otros ni siquiera piensan en eso.
Sin necesidad de afiliarnos en este momento a ninguna postura,
es importante notar qué es lo realmente importante: al llegar el Mashiaj, y dar la orden de
construir el Tercer Templo, todos estaríamos obligados a construirlo, pero
sobre todo, aunque eso pase o no, no podemos dejar de pensar y de ocuparnos de
la educación de los niños y niñas, de los jóvenes en general.
Dedicarnos a construir futuro, acompañar a los más chicos, a nuevas
generaciones de estudiantes, líderes y maestros para Am Israel, va a ser
siempre la prioridad número uno.
Es un objetivo que parece simple, pero quienes se dedican a la
educación saben de lo complejo e importante que resulta lograr una buena
educación.
No deja de sorprender que hasta lo que pareciera lo más santo de
todo, se vea superado por la sacralidad del estudio. Creo que esto se debe a lo
liberador del estudio, como dice el Pirkei Avot: “Las tablas eran obra de
Dios, asimismo como la escritura grabada ( “jarut”) sobre
ellas (Shemot 32:16). Léase “jerut” (libertad) en lugar de Jarut (grabado), ya
que sólo se considera libre aquel que estudia la Torá, pues el estudio lo eleva”
(Pirkei Avot 6:2). El estudio sincero y bien direccionado, nos libera de lo no
deseado, nos permite elegir libremente lo que queremos.
La educación que vamos a dar va a ser una herramienta
liberadora, de acercamiento a lo trascendente, a lo sagrado.
Sirvan estas líneas de homenaje a quienes dedican su día a día y
brindan sus vidas a la educación, ya que no es seguro que sean recompensados
materialmente, pero sí tendrán la recompensa del reconocimiento de sus alumnos.
¡Shabat shalom umevoraj!
Rabino Meir Szames