Mi-she-nijnás Adar Marbim be-simjá (Taanit 29a), se traduce como “Desde que comienza el mes de Adar hacemos crecer la alegría/aumentamos la alegría”
¿Qué significa esta frase? ¿Alegría? Intentemos aportar una
mirada al tema.
Primera aproximación: por
contrapartida a la época más triste del año judío, el mes de Av, que recuerda
la destrucción del Templo de Ierushalaim (en dos oportunidades) y otras tantas
calamidades que han recaído sobre el pueblo judío. Y nos explica el Rab
Dessler: y así como “en el mes de Av
disminuimos la alegría”, en el cual se van disminuyendo progresivamente las
demostraciones de alegría (desde Rosh Jodesh en adelante, la semana en la que
cae Tishá BeAv, la víspera de Tishá BeAv y el día mismo de Tishá BeAv - el día
más triste del calendario hebreo-), así se hace en el mes de Adar, que se aumenta
progresivamente la alegría día tras día. Este es un trabajo espiritual/interior
muy especial: Hacer brotar (Hatzmajat) la alegría, que nos lleva al desarrollo
progresivo y sostenido de la alegría (hitpatjut).
Segunda aproximación: Hay una idea
que se le atribuye al Arizal: “la santidad (kedushá) del Día del Perdón (Iom
HaKipurim) es accesoria/secundaria (tfelá) a la santidad de Purim, dice: “No leas Kipurim sino Ki-Purim (como Purim)”,
es decir, que el Día del Perdón, día más solemne del año, viene por lo menos
segundo, detrás de la trascendencia del día de Purim ¿Cuál será el sentido de
esta afirmación?
El amor (ahavá) es una consecuencia/derivación (toladá) de
la generosidad (nedibut), ya que a quien le damos más es a quien amamos más. Y
de esto se puede comprender que la generosidad y la obligatoriedad son
totalmente opuestas: la generosidad es posible solamente donde existe la
posibilidad de elección (bejirá), esto quiere decir que solamente quien puede
elegir (ha-bojer) puede llegar al amor, ya que solamente él (ha-bojer) puede
ofrecerse de corazón y dar.
Y esto es una característica atribuida a los seres humanos en contraposición
con la descripción sobre los ángeles[1]
(malajim), ya que se nos explica que en el caso de los ángeles solamente actúan
por “temor” (irá - יראה), como lo expresa el Profeta Iejezkel “...infundían pavor…”
(1:18), ya que los ángeles no conciben la posibilidad de elegir, y por eso no
tienen la capacidad de ser generosos y amar.
Nuestro Sabios explican sobre la entrega de la Torá: “Puso
sobre ellos la montaña como una cuba גיגית” (Shabat 88b), esa expresión
tradicionalmente se explica como que el Kadosh Baruj Hu tomó el Monte Sinaí y
lo levantó por sobre los Benei Israel y los obligó a recibir la Torá, caso
contrario, la montaña funcionaría como su tumba... En un sentido mucho menos
“violento”, el Maharal lo explica de la siguiente manera: Los Benei Israel
vieron lo que acontecía en el Monte Sinaí con tanta pero tanta claridad que se
vieron obligados por su comprensión intelectual a recibir la Torá, ya que no
podían ni siquiera intentar desconocer la maravilla de la Revelación Divina que
acontecía frente a ellos. Ellos en ese momento volvieron a tener la estatura
intelectual del Adam HaRishón (el primer ser humano) en el Jardín del Edén
antes de comer del fruto prohibido. Es difundida la explicación que Adam no
conocía las categorías (probables) de lo malo y lo bueno, sino que solamente
podía distinguir entre lo verdadero y lo falso (como lo explica el RaMBaM en la Guía de los Perplejos, Parte 1,
capítulo 2). Y es por esto, que al carecer ellos en ese momento de la
posibilidad de libre elección, tampoco tuvieron la generosidad requerida
(nedibut), y no pudieron aceptarla totalmente (a la Torá), y la aceptación
total de la Torá ocurre con plenitud en los días de Ajashverosh (Asuero, el rey
persa de la época de Purim), en los cuales los judíos recibieron la Torá con
total discernimiento y elección, ya con el sentimiento de generosidad y amor
correspondientes.
Para entender de qué se está hablando con esto de recibir
plenamente (y nuevamente) la Torá, hay que repasar un versículo del Rollo de
Esther y ver como lo aplican nuestros Sabios en el Talmud. Síganme: Según la
opinión que dice que en el Monte Sinaí el pueblo judío fue obligado a aceptar
la Torá alguien podría opinar que esa aceptación no es de plena voluntad, y por
lo tanto, no es vinculante. Y ahí viene el Talmud y nos dice (en el tratado de Shabat 88b): “Rava dijo: Aunque
fuera así, los judíos nuevamente aceptaron la Torá voluntariamente en la época
de Ajashverosh, como está escrito: "Los judíos ordenaron y tomaron sobre
ellos, sobre su descendencia, y sobre todos los que se unieron a ellos…"
(Esther 9:27), esto significa: Los judíos ordenaron lo que ya habían tomado
sobre sí mismos a través de la coerción en el Sinaí”. Es decir, que en la época
de Esther y Mordejai, el pueblo judío vuelve a recibir, esta vez, pleno de
alegría y buena predisposición nuestra sagrada Torá, para estudiarla,
difundirla y cumplirla.
Hasta aquí se entiende en parte la importancia de Purim
desde el punto de vista de la constitución del pueblo judío y su aceptación de
la Torá.
¿Y la
alegría?
Ahí reside el secreto revelado a través del milagro de
Purim.
Los planes de los enemigos de Israel, simbolizados o
encabezados por el malvado Hamán, se le dieron vuelta. La horca de madera que
había preparado para colgar a su odiado judío Mordejai, fue utilizada para su
propia ejecución.
Ahí se ve que no hay venganza divina, ya que es imposible
ofender a Dios, quizás se puede negarlo, ocultarlo temporalmente del conocimiento de algún grupo de
personas, pero al final, cuando sus milagros salen a la luz de todos, esto
genera un amor y una entrega en base a Su reconocimiento, que generan lo que es
llamado en hebreo Kidush HaShem, santificación del nombre de Dios, que en este
contexto significa la posibilidad de vivir una vida plena, que en cada acción
de nuestra vida da cuenta que nuestra forma de actuar reconoce y demuestra que
es una vida significativa y trascendente, que busca siempre los mejores valores
y la mayor plenitud.
Ese reconocimiento, trae consigo la alegría que viene
acompañada de la generosidad y el amor necesarios para recibir la Torá (una
tarea diaria y constante de conectarse con nuestra Tradición).
Hay diversos caminos para ir sumando alegría, día a día,
hasta llegar a la festividad de Purim. Algunos trazados por lo que nos alegra a
cada uno de nosotros individualmente, y otra parte a través de los preceptos
comunitarios de esta época del año, de compartir regalos con amigos, ayudar a
los necesitados, reunirse a compartir el relato de la Meguilá, y de juntarse a
celebrar ese mismo día de Purim.
Quizás ahora se puede explicar
nuevamente lo antedicho, que “Kipurim” es en realidad “como Purim”, ya que
Kipur viene a limpiarnos espiritualmente de nuestros errores y transgresiones,
pero todo eso viene desde el temor (temor al castigo, al error, a la arrogancia,
un pavor al juicio), y ese temor es secundario, accesorio, claramente inferior
a lo que estamos compartiendo en Purim, que se construye con amor y
generosidad, a través de la alegría del Kidush HaShem, de reconocer lo bueno
que tenemos y recibimos, y la generosidad de espíritu que eso nos provoca.
Texto preparado por el Rab Meir Szames[2]
Palabras clave: #Purim #Alegría #generosidad #amor #Torá
[1] Los
ángeles (Malajim) son enviados de Dios, que vienen, cumplen una función, una
orden divina, y no tienen la capacidad de elegir, como sí la tenemos los seres
humanos. El libre albedrío, la libertad de decisión (bejirá jofshit en hebreo)
es parte esencial del ser humano. En este caso en particular, como el ser
humano fue creado usando como modelo a los malajim, es necesario explicar la
diferencia esencial entre ambos: Los ángeles no tienen libertad de elección, y
no pueden comprender al Ser Humano en sus elecciones y comportamientos.
[2] En
un principio, la idea está basada en la disertación del Rab Dessler en Mijtav
Me-Eliahu, tomo 2, página 123