16.2.17

UN MIDRASH POR SEMANA - Parashat Itró

                                                                                                                                          בס'ד
EL MIDRASH

U-Moshé halá el Ha-Elo-him...
            Y Moshé ascendió hacia Elo-him… (Shemot-Éxodo 19:3).

            Se toma el versículo de Tehilim-Salmos 68:19 que dice “Ascendiste alto. Llevaste cautivos al cautiverio. Recibiste presentes del hombre…” y se explica lo siguiente: En el caso de que una persona quisiera llegar a un lugar y tomar algo (sin permiso), tomaría algún objeto al que los pobladores del lugar no le presten mucha atención, pero en el caso de Moshé, subió al cielo y tomó la Torá, algo sobre lo que todos tenían sus ojos puestos, a esto se refiere el versículo de Tehilim cuando dice “Ascendiste alto. Llevaste cautivos al cautiverio…”.
            ¿Podríamos pensar que Moshé tomó la Torá del cielo sin más? ¿Gratis? Cómo dice el versículo “Recibiste presentes del hombre”, en adquisición le fue dada la Torá, ¿No debería haber pagado por ella? Por eso dice ‘presentes’, es decir, fue un regalo que recibió.
            En ese momento, los ángeles celestiales quisieron atacar y hacerle daño a Moshé. El Kadosh Baruj Hu al ver la situación, hizo que el rostro de Moshé sea idéntico al de Abraham Avinu, y les dijo Dios a los ángeles: ¡¿No se avergüenzan de lo que quieren hacerle?! ¡¿No es acaso este hombre al que bajaron y lo visitaron y comieron con él en su casa?! En ese momento le dijo Dios a Moshé: ‘No te es entregada la Torá, sino por el mérito de Abraham’, cómo dice el versículo: “Recibiste presentes del hombre”, y al hombre que nos referimos aquí no es otro que Abraham, cómo está escrito en Ieoshua-Josué 14:15 “…fue el hombre más grande entre los grandes” (Midrash Shemot Rabá 28:1).

EXPLICACION
            Cada vez que llega Parashat Itro revivimos el momento de la entrega de la Torá en el Monte Sinaí. Nuestro midrash viene a mostrarnos una de las facetas de ese momento, describiendo el sentir de los ángeles al ver atónitos que el mayor tesoro guardado desde antes de la creación del mundo, era tomado hacia el mundo terrenal por Moshé.
            Un simple mortal llevando en sus manos y en su voz el mayor bien que poseían los seres celestiales.
            Claro que eso habla de la valentía de Moshé, y de cómo nuestros Sabios, de bendita memoria, entienden tan trascendental momento.
            Moshé es resguardado por Dios del celo de los ángeles, haciendo algo distinto a lo que podríamos imaginar: por ejemplo, ponerle un escudo, hacerlo invisible...cualquier cosa o fantasía que podríamos pensar. Sin embargo, lo protege de un modo muy original, lo hace verse parecido a su antepasado, nuestro patriarca Abraham. Y haciendo alusión a la famosa visita que realizan los ángeles vestidos de hombres en Parashat Lej Lejá, los reprende y les dice si "esos eran modales" adecuados hacia quien los había recibido con tan pura hospitalidad, abriendo las puertas de su casa de par en par.
            Acto seguido, le hace saber a Moshé que recibe la Torá de ese modo y la puede recibir no por mérito propio, sino en virtud y cómo recompensa para Abraham. El caballero de la fe, una vez más, recibiendo los frutos de una elección y una forma de vida que ilumina a sus sucesores.

            ¿Cuántas veces nos ocurre que nos cruzamos en la vida con situaciones donde algún pariente, cercano o lejano, algún conocido o desconocido, en virtud de ser hijos, nietos de nuestros padres y abuelos, nos dan una mano inesperada?
            A muchos les parece inapropiado, hasta puede molestarles tener esa "herencia", ese peso de ser "el hijo de Fulanito".
            A veces, parece que podríamos ‘hacer las paces’ con la idea de que antes de nosotros hubo un mundo, una sociedad, y que muy posiblemente nuestros antecesores hicieron las cosas bien, y dejaron una buena impresión, una buena imagen en los demás.
            Cómo dice el Talmud, en el tratado de Kidushin 31b, si uno tiene la posibilidad de que le hagan un favor (o una gauchada) por mérito propio o por el mérito de sus padres, es preferible que pida la mano en nombre de sus padres, para que de ese modo el favor recibido sea una forma de kivud av va-em, respeto al padre y a la madre, que justamente ocupa un lugar dentro de los Díez Mandamientos que leemos en esta parashá.

            En nuestra tradición, siempre tenemos presente quién vino antes. Y ese mérito hay que vivirlo con alegría, disfrutando de la recompensa de ser descendiente, hijo, nieto, padre, amigo de buena gente.

SHABAT SHALOM UMEVORAJ

Rab Meir Szames

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