9.11.15

PARASHAT MIKETZ: La veneración y la hermandad.

BERESHIT (GÉNESIS) 41:1- 44:17

                Esta parashá consagrará a Iosef como uno de los hombres más importantes de nuestra Tradición, lo convertirá en Iosef HaTzadik.
                El faraón soñará con sietes vacas gordas que son devoradas por siete vacas flacas. Ningún mago ni adivino egipcio logra dilucidar el enigma. Hasta que el jefe de los coperos recuerda que había un joven hebreo encarcelado en la mazmorra que tenía habilidades especiales para develar el significado de los sueños.  Iosef, invocando y reconociendo la ayuda y el consejo divinos, saldrá tan bien parado de esta situación, que el faraón lo pondrá a cargo del gobierno de todo Egipto.
                En ese nuevo rol, se reencontrará con sus hermanos, quienes lo dejaron abandonado en un profundo pozo, de lo que resultaría vendido como esclavo a Egipto; fingieron su muerte y se la anunciaron a su padre Iaacov.
                Eran años de “vacas flacas”, de sequía para toda la zona. Gracias a las previsiones que tomara Iosef, Egipto tenía alimentos para resistir tantos años de sequía. Iaacov enviará a sus diez hijos mayores a comprar víveres a Egipto.
                Dice la Torá: ‘Vinieron los hijos de Israel (Bnei Israel) para mercar entre los vinientes, pues había hambre en la tierra de Canaan’ (42:5).
                Iosef no se dará a conocer a sus hermanos hasta la parashá siguiente, Vaigash. Pero en un momento de tensión con sus hermanos, él les dirá que hagan lo que les dice, más exactamente les dice: “Hagan esto y habrán de vivir — a Elohim yo venero” (42:18).
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                Se cuenta que, en un pequeño pueblo en la montaña, las personas, que trabajaban en la cosecha y en la recolección de madera, salían de sus casas con una soga atada a la cintura de un lado, y el otro extremo atado a sus hogares.
                De este modo, si se perdían por las inclemencias climáticas, en la nieve, o porque la noche los encontraba lejos, simplemente tenían que ir volviendo guiándose con la cuerda que los unía a sus hogares.
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                Hasta ahora había aprendido que el Minian, la base mínima de diez integrantes de una comunidad, se los aprende comparando a los diez exploradores que mintieron sobre la Tierra Prometida, y llevaron al Pueblo de Israel al castigo divino de deambular cuarenta años por el desierto (Parashat Shlaj Lejá, Libro de Bemidbar). Diez exploradores = diez para el Minian.
                Hace poquito vi una fuente, que a pesar de no ser la que marca la tendencia legal, quisiera compartirla con ustedes: el número 10, que marca el mínimo de integrantes para un Minian, para poder realizar todo tipo de Tefilot, que nos permite leer de la Torá y recitar Kadish, según esta opinión talmúdica, podría aprenderse de los diez hermanos de Iosef, que en esta parashá son llamados Bnei Israel, hijos de Israel (Iaacov), por primera vez (Talmud Ierushalmi Meguilá 4:4). Se podría comparar este versículo donde dice ‘Bnei Israel’, con el versículo de Vaikrá que dice ”VeNikdashti be-toj Bnei Israely me santificaré dentro de los hijos de Israel, Yo soy Adonai, El que los santifica” (Levítico 22:32).

                En ese encuentro de Iosef con sus hermanos, abundan la tensión y la desconfianza. Hasta que, en medio de idas y vueltas, Iosef, sin decirle que él era su hermano, les dice: yo venero a Elohim.
                Esa soga, esa guía, atada hace generaciones, permite que pasados algunos eventos, se produzca el reencuentro fraternal.
                Quizás ese pueda ser un desafío interesante para esa gran Kehilá que formamos los miembros del Pueblo de Israel, que además de nuestro amor, respeto y apego a la letra, seamos capaces de mantener en alza el espíritu. Nuestro único interés no podrá ser mantenernos refugiados en saber que tenemos un número ‘diez‘ seguro. Tendremos que arriesgarnos a ser hermanos, tendremos que desafiarnos a la hermandad y a la santificación del nombre divino a través de todos nuestros actos actos.

                Como dice el Martín Fierro, los hermanos sean unidos, pues esa es la ley primera.
                Que podamos buscar reunirnos en comunidad, en Kehilá, a través de ese hilo conductor que a través de las generaciones nos lleva por los caminos de la Torá y nuestra Tradición.
                Que logremos encontrarnos en el amor por el Otro y en la experiencia de lo trascendente.

¡SHABAT SHALOM UMEVORAJ!
¡JANUCA SAMEAJ!
Meir Szames

22.10.15

PARASHAT VAIESHEV - “DE JUZGAR Y RECONOCER”

Bereshit (Génesis) 37: 1 - 40:23

                La parashá de esta semana trae varios de los capítulos más conocidos de la historia de Iosef. Pero en el medio de esas historias, en el capítulo 38, trae una un poco menos conocida, pero claramente muy trascendente para los judíos: La historia de Iehudá y Tamar.
                Iehudá, hijo de Iaacov, tenía tres hijos. Tamar es tomada por esposa para el primero de ellos, Her. Al morir este, el segundo hijo –Onan- toma por esposa a Tamar. Él también muere, y Iehudá en lugar de entregar a su tercer hijo – Sheláh-, le pide a Tamar que espere en “su viudez” a que este hijo crezca un poco más para que la tome por esposa (recomiendo la lectura de este capítulo 38, es muy interesante: Iehudá temía que Tamar provoque la muerte de su tercer hijo. Surge claramente del texto que los hijos de Iehudá habían muerto por hacer cosas que desagradaban a Dios, y no por culpa de Tamar).
                Tamar oculta su identidad, se hace pasar por ramera y le pide como paga su sello, su cordón y su cayado que está en su mano. Iehudá tiene relaciones con ella y ella queda embarazada. La Torá relata la situación de la siguiente manera: “24. Ocurrió que al cabo de unos tres meses le fue anunciado a Iehudá diciendo: Se ha prostituido Tamar - tu nuera - y también está encinta, por prostitución. Dijo Iehudá: Sáquenla, que sea quemada. 25. Ella era sacada y ella mandó decir a su suegro: Del hombre a quien estas cosas pertenecen yo estoy encinta. Y dijo: Reconoce -por favor- ahora, de quién es el sello, los cordones y el cayado, éstos. 26. Lo reconoció Iehudá y dijo: Ella es más justa que yo, ya que no la he dado para Sheláh, mi hijo. ...”
                Sobre el versículo 25 dice el Midrash: “Y dijo: Reconoce -por favor- ahora, de quién es el sello, los cordones y el cayado, éstos.” (Bereshit 38:35). Comentó Rabí Iojanan: Le dijo el Santo Bendito Él a Iehudá: tú le dijiste a tu padre “Haker Na – Reconoce, por favor, ahora…” (Bereshit 37:32), por tu vida que Tamar te dirá “Haker Na” (Midrash Bereshit Rabá, 85 Siman 11 – lo aprendí en mi primera clase de Midrash en el Majón Schechter de Ierushalaim).
                Este Midrash nos muestra una clara señal de “Midá ke-negued midá”, una retribución por lo hecho. Iehudá había hecho reconocer a su padre Iaacov el “cutonet pasim” (la túnica de Iosef) supuestamente desgarrada y manchada de sangre, para que él creyera que su hijo Iosef había sido devorado por una fiera. Se interpreta entonces que así como Iehudá le había hecho mal a su hermano Iosef, ahora estaba pagando el precio de aquella falta. Con las mismas palabras “haker ná - reconoce por favor”, debió reconocer su error.
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                Escuché la siguiente anécdota en mi primera clase con el Rab Shmuel Glick: Un joven israelí, para nada religioso, necesitaba urgentemente un trasplante de médula ósea. Su pedido apareció públicamente, y un hombre ultraortodoxo se conmovió tanto con la historia que contaba que se acercó hasta el centro médico y pidió que le hagan los estudios necesarios para saber si era un posible donante. Luego de unos días los resultados dieron ‘positivo’: era un donante compatible. Pidió entonces conocer al joven que recibiría el trasplante. Charlaron varias horas, y el hombre jaredí sintió que era una mitzvá salvar la vida de este joven.
                Volvió a su casa y le contó a su padre lo que estaba dispuesto a hacer. El padre, de carácter serio y pocas palabras respondió: -¿Quién es este joven? -¿Quién es su familia? Al escuchar la respuesta de su hijo, el hombre con tono terminante dijo: te prohíbo que seas donante para este joven. ¡Sobre mi cadáver vas a ser donante para este joven!!! No dio más explicaciones, por más que su hijo intentó saber los por qué y convencerlo de la importancia de salvar una vida.
                Acudió el hombre que quería ser donante a su rabino y le pidió que interceda ante su padre, y a pesar de los esfuerzos del rabino, el padre no dio “el brazo a torcer”: No cambió de parecer ni dio los fundamentos de su postura. El hijo habló con el rabino y le dijo: “Papá es un poco duro, pero con unas copas de vino va a aflojarse y hablar. Venga la noche del Seder de Pesaj, luego de beber las cuatro copas de vino del Seder, él abrirá su corazón”.
                Y fue así. La noche del Seder de Pesaj, luego de la cena, vino el rabino a visitar, y volvió a pedirle explicaciones al padre. Esta vez, sí contó sus razones, diciendo: Rab, con todo respeto, quiero contarle qué es lo que sucede. Sabe usted, yo soy sobreviviente de la Shoá. Yo tenía un hijo muy pequeño, que vivía escondido conmigo dentro del pabellón. Los nazis no nos daban comida, y por las noches enviábamos al niño a que robe alimentos de la cocina de los nazis. El padre del joven que necesita el trasplante estuvo en el mismo campo de concentración que yo. Él era un experto en la fabricación de bombas, por ello, los nazis lo dejaban andar libremente por el campo de concentración. Él andaba por todos lados orgullosamente, siempre acompañado por dos guardaespaldas.
                Un día, este judío experto en bombas, entró a nuestro pabellón, buscó por todos lados, agarró a mi pequeño hijo con total desprecio, lo sacó afuera, y le dio dos tiros.
                Por esto no quiero que mi hijo ayude a su hijo.

                El rabino, atónito por la tremenda vivencia que estaba escuchando, le dijo que quizás había que enfrentarse a este hombre, y ver qué había pasado, si se había arrepentido. Y por sobre todo, remarcó que el joven que tanto necesitaba el trasplante, no era culpable por los pecados de su padre.
                A regañadientes, se produjo el encuentro.
                El antiguo experto en bombas empezó a contar su vivencia de aquella lejana y dolorosa historia. Ciertamente él había tenido que servir a los nazis en la construcción de aquellas malditas bombas. Y sobre aquel particular evento, contó: Los nazis se habían enterado que había un niño escondido en el pabellón que les estaba robando comida, y decidieron matar a todos los hombres de aquel pabellón. Yo logré convencerlos de que solamente maten al niño, y de este modo salvar al resto de los que se encontraban allí. Ellos me escucharon, pero el que tenía que matar al niño era yo… Me era imposible matar al pequeño. Por ello, maté a mis dos guardaespaldas nazis, y escondí al pequeño en un monasterio. Los nazis se enteraron de mi traición, me pegaron tanto pero tanto, que supe que jamás podría engendrar hijos. Pero no me mataron, porque yo les era extremadamente útil y necesario. Al finalizar la guerra, pasada la horrible Shoá, fui al monasterio y busqué a aquel niño. Lo cuidé y lo crié todos estos años. Por eso estos dos jóvenes son compatibles para el trasplante: ellos son hermanos.
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                Dos relatos fuertes, que nos tienen que llamar a la reflexión. En el relato bíblico, Iehudá estaba sentenciando por algo que él mismo había hecho. En la anécdota más cercana a nuestros días, un padre que no podía ver la importancia de la vida del que finalmente resulta ser su hijo que creía muerto.
                Hace muchos años aprendí de mi amigo y moré Uri Romano una mishná del Pirkei Avot 1:6 que dice:
זכות לכף האדם כל את דן והוי”, ve-evei dan et col ha-adam le-kaf zjut, juzga a todas las personas favorablemente.
                Estamos muy acostumbrados a juzgar y prejuzgar. Y por lo general, nos cuesta mucho reconocer cada vez que nos equivocamos. Es más fácil encerrarse en lo que uno considera ‘verdadero’, sin reparar en el otro.
                Espero que los relatos que comparto con ustedes, nos ayuden a pensar dos veces antes de opinar y considerarnos con atribuciones para ser jueces de qué y cómo hacen las cosas las otras personas. Que podamos reconocer nuestras fallas y mejorarlas.
                Que podamos juzgar para bien a los nuestros, y que podamos reconocer en ellos maestros y afectos.
                Que tengamos la brajá de ser generosos con nosotros mismos y con los demás.

Desde Medinat Israel, donde a pesar de que a muchos no les guste, el pueblo judío sigue viviendo y creando día a día, y seguimos esperanzados en que algún día podremos vivir en paz en nuestra tierra, la Tierra de Israel.

SHABAT SHALOM UMEVORAJ
Meir Szames


19.8.15

PARASHAT SHOFTIM - LA JUSTICIA (que ojala llegue)

Devarim – Deuteronomio 16:18 - 21:9

                Esta parashá, es una de las secciones principales de nuestra Torá. Y aunque todas las secciones de la Torá son importantes, Parashat Shoftim guarda entre sus líneas un valor principalísimo de nuestra Tradición: LA JUSTICIA.
                Creo que preferiríamos hablar de otro tema, ya que en nuestra época, podríamos pensar que la justicia es casi una utopía. Sin embargo, hagamos el intento.

                En el capítulo 17 nos encontramos con el siguiente párrafo: “8. Cuando te quedare oculto a ti un caso para juicio: entre sangre y sangre, entre pleito y pleito, o entre herida y herida, casos de controversias en tus ciudades... te levantarás y ascenderás al lugar que habrá elegido Ado-nai tu Dios. 9. Y te allegarás a los Cohaním -de la tribu de Leví- o al juez que hubiere en aquellos días... e inquirirás y te aclararán el veredicto del juicio. 10. Y habrás de hacer según la sentencia que ellos te aclaren a ti -desde el lugar aquel que habrá de elegir Adonai- y cuidarás para cumplir, de acuerdo a todo lo que ellos te hayan de enseñar. 11. De acuerdo con la Torá que te hayan de enseñar y según el juicio que ellos te digan habrás de hacer; no te apartes -de la sentencia que te habrán de aclarar- ni a derecha ni a izquierda”.
                Se nos ordena aquí la obediencia a los jueces. Se refiere específicamente a los jueces del Sanhedrín, el Superior Tribunal que funcionara desde la época de Moshé hasta la época del Segundo Templo.

                Veamos que nos enseña esto hoy. 1) ¿Quiénes son nuestros jueces o autoridades? 2) ¿De dónde proviene su autoridad?

                Usemos como guía a dos comentaristas tradicionales:
 1) Llama nuestra atención cuando en el versículo 9 dice “...o al juez que hubiere en aquellos días...” Rashí lo va a explicar así: “Incluso si el juez en tu época no es igual de grande que los demás jueces que hubo antes de él, aun así estás obligado a obedecerlo. No tienes otro juez más que el juez que haya en tus días”.
                ¿Cómo se justifica esto?
                Rashi parece expresar la interpretación talmúdica de este versículo. “El juez Iftáj en su época se equipara al profeta Shemuel en la suya; para enseñarte que, fuere quien fuere designado ‘conductor de la comunidad’, se equipara a cualquier otro que haya ostentado el mayor de los abolengos...” (T.B. Rosh Hashaná 25 B).
                Parece sumarse idealmente al versículo que dice “No digas ¿qué ha ocurrido que los días pretéritos han sido mejores que los actuales?” (Kohelet 7:10).
                Explica el Rab Edery que estas normas rigen siempre y cuando nuestros conductores -sean los que fueren- vivan de acuerdo a las enseñanzas de la Torá escrita y oral, ya que de allí emana su autoridad, para la función, en el lugar elegido por Dios.

 2) En el versículo 11 veremos una opinión de Rashi, la cual será ampliada por el Ramban. Dice Rashi: NI A DERECHA NI A IZQUIERDA: Incluso si te dice que la derecha es izquierda o que la izquierda es derecha, obedécele. Y con mayor razón si te dice que la derecha es derecha o que la izquierda es izquierda.
                Esta mitzvá de obediencia a la Corte Suprema es central para el comentarista Ramban, quien trae un largo comentario respecto a este versículo 17:11. Dice que ‘…Sea que hayan recibido esta interpretación por tradición oral, persona a persona, remontándose hasta Moshé que la recibió por Revelación Divina, o bien que nos enseñen de acuerdo al significado o a la intención de la Torá, ya que Dios la entregó acorde a su conocimiento (de los maestros de la Corte Suprema); aunque te parezca que estén invirtiendo la derecha por la izquierda. Y con mucha mayor razón deberás acatar sus decisiones cuando te digan que la derecha es derecha y la izquierda es izquierda’. Si hasta aquí no llegaras a entender lo que dice Ramban, el final de este comentario es tajante ‘…ya que el espíritu del Eterno está sobre los que sirven en su Santuario y nunca abandonará a Sus devotos; como dice el Midrash Sifri (Shoftim 154) incluso si te parece que el sabio o juez cambia derecha por izquierda y la izquierda por derecha, aun así debes escucharlo’.
                ¿Es posible que sea tan terminante?
                Hay una opinión que surge de otra fuente, Talmud Ierushalmi - Horaiot 1:1, que pareciera decir todo lo contrario: “Se podría pensar que incluso si (los jueces) te dicen que la derecha es la izquierda o que la izquierda es la derecha, aun así debes obedecerlos”. Para descartar esta suposición “el versículo dice: ‘y no te apartes de todas las palabras que yo les ordeno en este día’ ni a la derecha ni a la izquierda, (lo cual implica hasta) que te digan que la derecha es derecha y la izquierda es izquierda.”

                El concepto final de Najmánides, el cual expresa que un juez o un sabio no se equivocan, porque Dios no abandona a los que están a su servicio es, al menos, polémico.
                Sin embargo, está reflejado en la forma en que se conduce el Pueblo Judío hace varios milenios.

                Muchos se atreven a atribuirse (y aquí ya estoy saliendo de la especificidad del Pueblo Judío) la infalibilidad de sus decisiones.
                Esto lo vemos en distintos sistemas de gobierno: lo vemos en las democracias, en las monarquías, en las tiranías, en las sinagogas y en nuestras propias vidas como simples individuos.

                Más aun, esto me trae a la mente lo que ocurre con la justicia de nuestros días. Ante la comisión de un delito, las víctimas esperan que “se haga justicia”. Pero esa justicia tarda en llegar, si es que alguna vez finalmente llega. Se empantana en formalismos jurídicos, en triquiñuelas legales, en necesidades políticas.
                Una justicia que no es justa, una justicia que no llega nunca, o que llega demasiado tarde, no es justicia.

                La Justicia es un valor, que todos declamamos, y poco ejercitamos.
                Para liberarnos de la abstracción, comencé a escribir este comentario en el mes de julio, cuando se cumplían 21 años de del atentado a la AMIA en Buenos Aires, que tanto modificara nuestros hábitos comunitarios, y que todavía se mantiene sin la tan ansiada y perseguida justicia. Así también, se levanta como modelo de la falta de justicia, de la corrupción y todo lo que no queremos para nuestra sociedad.
                Esperemos que para el año que viene la justicia se torne real, y deje de ser una utopia.

                Entendamos, como dice Rashi, que la justicia que nos toca hoy en día es nuestra justicia. No importa si antes hubo una mejor. Pero sigamos también la opinión que trae el Talmud Ierushalmi, de exigir a nuestros jueces y dirigentes una justicia real, no formalismos y promesas que desvanezcan nuestro derecho y nuestra obligación de perseguir justicia.

                “No harás desviar el juicio, no habrás de ser condescendiente con conocidos; no habrás de aceptar soborno, ya que el soborno enceguece los ojos de los sabios y deteriora las causas justas” (16:20).
                En estos días de balance espiritual de Elul, no nos mintamos a nosotros mismos, no nos tapemos los ojos ni nos dejemos enceguecer, si hay algo que realmente queremos, deseamos y necesitamos, hagamos los esfuerzos necesarios para lograrlo.

                Quiera Dios iluminarnos para lograr una justicia real y equitativa, la cual nos ayude a mejorar nuestra sociedad y nuestro mundo.

                JUSTICIA, JUSTICIA PERSEGUIRÁS, PARA QUE PUEDAS VIVIR (Devarim 16:20)…
צדק צדק תרדף למען תחיה

Meir Szames


3.6.15

PARASHAT BEHAHALOTEJÁ “Una segunda oportunidad (El tren pasa dos veces)”

(Bemidbar-Números 8-12)
  
            Nuestra parashá nos invita a tratar un tema que llama nuestra atención: ‘PESAJ SHENÍ’, el Segundo Pesaj ¿De qué se trata esto?
            Dice la Torá que, al segundo año de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, Ado-nai habla a Moshé y le recuerda que en el mes primero (Nisán), en el día catorce de ese mes, deberá realizarse el Korbán –ofrenda- de Pesaj. El relato sigue contándonos que los Bnei Israel realizan el korbán tal cual lo ordenado, y de repente en el versículo 6 la Torá nos sorprende: “Pero hubo personas que estaban impuros por cadáver de persona, y no pudieron hacer la ofrenda de Pesaj en el día aquél. Se acercaron ellos delante de Moshé y delante de Aarón en aquel día. Dijeron aquellas personas a él: ‘Nosotros estamos impuros por cadáver de persona, ¿por qué habremos de ser impedidos, al no poder ofrecer la ofrenda de Ado-nai en su plazo, dentro de los hijos de Israel?’ (Bemidbar 9:6-7)”.
            Moshé consulta a Dios y este le responde: “‘Habla a los hijos de Israel diciendo: Cualquier persona cuando estuviere impuro por cadáver de persona, o que estuviere en camino lejano; ustedes o alguien de sus generaciones habrá de hacer la ofrenda de Pesaj ante Ado-nai. En el mes segundo (Iyar), en el día catorce al atardecer, lo habrán de hacer, con panes ázimos (Matzot) y hierbas amargas (Maror) habrán de comerlo.’ (Bemidbar 9:10-11)”. Y se advierte en el versículo 13: “Sin embargo, la persona que está pura y que en camino no ha estado y se abstuviere de hacer el Pesaj, será truncada la persona aquella de su pueblo, ya que la ofrenda de Ado-nai no ha ofrecido en su plazo. Su pecado habrá de cargar la persona aquélla.

            Recapitulemos:
-Dios pide la realización del Korbán Pesaj.
-El Pueblo escucha la Mitzvá y la cumple.
-Hay una parte del Pueblo que no se encuentra en el estado necesario para ofrecer el Korbán Pesaj.
-Esta parte del Pueblo que no puede realizar el Korbán, pide vehementemente tener una nueva oportunidad de celebrar su libertad y Dios les concede esta oportunidad.

            Muchas veces escuchamos la frase hecha “el tren pasa una sola vez”. Y, como todo dicho popular, algo de cierto puede tener.
            Pero, no necesariamente siempre es así.

            Replantearnos las cuestiones, volver a pensar algunos temas, barajar y dar de nuevo, es parte inseparable de nuestra identidad judía.
            Siempre se puede tener una nueva oportunidad, sobre todo, en acercarse a celebrar la libertad, la felicidad y el encuentro al que te invita la Torá y el Pueblo de Israel.

            Tu identidad te dice que pidas con vehemencia formar parte, no quedarte afuera, y así, estudiando, trabajando, aportando, participando, hacer que “el tren pase dos veces”.
            La posibilidad de volver siempre está.

SHABAT SHALOM UMEVORAJ

Meir Szames

3.3.15

Purim y (el grito de) tu identidad

            Hoy son 5 años que llegué a Buenos Aires de mi Corrientes natal en busca de un camino que me ha traído muchas alegrías. Y que promete más.

            Y esta mañana, mientras estudiaba Talmud con mi Rab, me acordé de algo que me enseñaron en aquel lejano Schule correntino (o quizás me lo enseñó mi Mamá... O quizás ambos): "si encontrás algo tirado por ahí, tenés que preguntar tres veces '¿De quién es?'. Si nadie responde que es suyo, solo así te lo podes quedar".

            ¿Qué estudiamos esta mañana en el Talmud con mi Rab? La mishná de Baba Metzia 21a que dice: “¿Qué objetos hallados se hacen propiedad inmediata del que los encuentra y cuáles otros deben pregonarse?” Si uno encuentra un objeto (frutas o monedas, por ejemplo), tirados en la vía pública, se presuponen que son cosas “Hefker[1]”, es decir, sin dueño. Si tenían un dueño, a este ex dueño ya no le interesan. Ha realizado “Ieush[2]”, vale decir, ha abandonado su voluntad de ser dueño de esta cosa.

            Ok. ¿Qué tiene que ver esto con Purim? A ver.

            Purim, según mi humilde modo de ver, podría ser llamada la "Fiesta de la Identidad". Así como Pesaj es la Fiesta de la Libertad, Purim festeja la identidad. Una identidad que sale afuera, que se manifiesta en el momento clave para seguir siendo lo que realmente somos.

            Y en este Purim, podríamos pensar, por qué deberíamos escondernos. Y sí, hay judíos que se esconden. Niegan lo que son. Abandonan su identidad con una facilidad y ligereza que sorprende.

            Como en la mishná mencionada más arriba: Deciden hacer Ieush de su identidad judía, la dejan abandonada, y esta identidad pasa a ser un Hefker, una cosa de nadie.

            Dos posibilidades:
            -Nadie recoge eso que quedó tirado, se pierde para siempre.
            -Otro recoge aquel bien abandonado, lo hace suyo, lo posee, y ya no hay derecho a reclamo.
            El ex dueño lo dejó abandonado, y por más que llore y patalee, no hay derecho a reclamo alguno.
            Eso que era suyo ya no le pertenece.

            Una tercera opción: Escuchar este grito de tu identidad. Ese “pregón” que anuncia que hay algo que es tuyo y que te está esperando a que lo busques.

            Queridos amigos: La identidad judía es de cada uno de los judíos que poblamos este mundo.
            No de un grupo superior, ni un grupo privilegiado. Pero si decidimos abandonar nuestra identidad, dejamos no sólo de ser judíos, sino que si un día decidimos volver a reconectarnos con lo "judío", es probable que la cosa ya no se parezca en nada a lo que habíamos dejado. El nuevo dueño hizo, con mejor o peor criterio, lo que le pareció mejor.

            Por eso, les propongo en este Purim, comprometerse a pleno con nuestra identidad. Una tradición milenaria, inmutable en el sentimiento, y en total movimiento en el pensamiento, prácticas y acciones.

            ¿Tu ser judío es tu orgullo? Actúa en consecuencia.
            Eso que aprendiste alguna vez te sirve. Siempre.

            Ahora sí.
            Durante el día de mañana a ayunar: Tzom Kal.
            Y a la noche recibir con cariño y amor el abrazo de tu identidad que te pide salir a festejar.

¡Purim Sameaj!

Meir Szames



[1] “Hefker” הפקר es la cosa abandonada, la cosa de nadie (res nullius).
[2] “Ieush” יאוש es la voluntad de dejar de poseer algo (pérdida del animus domini, para mis amigos abogados)

11.2.15

PARASHAT MISHPATIM Atá Ben Jorín – Sos libre

Shemot (Éxodo) 21:1 - 24: 18

                “Y éstas son las leyes que habrás de exponer ante ellos” (21.1). Ve-ele ha-Mishpatim… Así comienza la parashá de ésta semana. Una parashá hermosa, repleta de cosas para hacer, contando con la mayor cantidad de mitzvot de todo el libro de Shemot: 53. Es, a su vez, la continuación del relato de lo que ocurre en el Monte Sinaí, ya que, como explica Rashi, cuando al principio la parashá dice "Ve-ele" ‘y éstas’ viene a enseñarnos que, como los Diez Mandamientos son entregados en Sinaí, también todas "estas leyes" de Parashat Mishpatim son entregadas en Sinaí. Estas leyes incluyen muchas de las normas del derecho civil y penal del judaísmo: Esclavitud, el Shabat, responsabilidad, el robo, préstamos, fraude, idolatría, ofrendas a Dios, el falso testimonio, piedad hacia los animales, año de shmitá, festividades, sólo por citar algunas temáticas que nos ofrece ésta sección de la Torá. Todas ellas son también reveladas por Dios en Sinaí. Luego, la tradición oral (Mishná, Talmud, Halajá) reglamentará la aplicación genérica de las leyes.
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                La oreja: En el versículo siguiente, la primera ley que aparece, nos expone a un tema que a la lectura rápida llama la atención y es complejo: el esclavo hebreo. Leemos en el versículo 2 “Cuando comprares un esclavo hebreo…” ¡¿Cómo?! ¿Esclavo hebreo? Veníamos leyendo del final de la esclavitud en Egipto; del cruce del mar y la libertad física; de los Diez Mandamientos; y de repente, un esclavo hebreo. Difícil imaginar la situación y los motivos que llevan a la Torá a seguir éste orden de ideas. El posible motivo que nos da Rashi para ésta situación es, basado en el midrash, que la persona sea comprada de manos del tribunal (Beit Din) que lo vende a causa de un robo que ha cometido. Como lo detalla el texto de la Torá, ésta situación duraba como máximo seis años, ya que en el séptimo año saldría en libertad. (Hay otros motivos posibles de que una persona caiga en esa situación, los cuales son detallados en la Torá y el Talmud).
                Ahora, estas reglas sobre el “esclavo” no nos dejan de sorprender. Pocos versículos después nos dice la Torá: “5. Mas si decir dijere el esclavo: Amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no quiero salir libre. 6. Lo acercará su señor hasta los jueces, y lo acercará a la puerta o a la jamba, y perforará su señor su oreja con la lezna y lo servirá, por siempre”.
                Existía la posibilidad de que el esclavo llegase a estar cómodo y bien tratado por su amo y quisiera quedarse con él “por siempre” (Quiere decir hasta el año del יובל "Iovel" -jubileo-, trabajar hasta el "Iovel" no quiere decir trabajar 50 años, sino hasta la llegada del "Iovel", que ocurría cada 50 años). En ese caso, como lo relata el versículo citado, el amo tenía que presentarse ante una corte. Esta escuchaba la declaración insistente del esclavo y procedía a perforar su oreja. Al menos a mí, me resulta muy fuerte la imagen
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                Escucharemos: Al final de la parashá, aparece un texto muy conocido que dice: “24:7. Tomó Moshé el libro del Pacto y lo leyó a oídos del pueblo. Ellos dijeron: Todo lo que ha dicho Adonai haremos y aceptaremos (literal haremos y oiremos)”. El famoso “Naasé ve-Nishmá”. La aceptación por parte del pueblo de Israel de toda la Torá. Una vez que son entregados los Diez Mandamientos, una vez que se explican todas y cada una de las implicancias de la Ley, las mitzvot y sus particularidades, la Torá es escuchada y aceptada. Es hora de ponerse en acción.
                Lo llamativo es que la forma de aceptar que manifiesta el pueblo es escuchando.
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                La libertad: El primero de los Diez Mandamientos dice: “Yo soy Adonai, tu Dios, que te he sacado de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre”. Adonai se presenta a sí mismo como el Dios de la libertad. Dios saca al pueblo de Israel de la esclavitud, para que no sirvan más a otras personas ni a falsas deidades, y  se dediquen a servirlo a Él.

                La persona cae en condición de esclavo, por no oír. Se podría decir que no escucha los mandamientos, cuando le dicen que no debe robar, cuando Dios le dice: no tengas otros dioses.
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                Hoy por hoy: En nuestros días, la esclavitud tiene plena vigencia y, según mi humilde visión, tiene dos formas:
                1) Es la esclavitud a la que cada de uno de nosotros se somete por voluntad propia. Sin necesidad de un faraón o de alguien que nos pegue con un látigo, nos sometemos a la esclavitud de la rutina, del dinero, del trabajo, de la desidia, del “no te metas”, etc. Es lamentable, pero es lo que cada uno de nosotros elige.
                2) La más grave y humillante hacia el género humano: aún en éste posmoderno siglo 21 hay personas que son sometidas por “faraones” modernos a los mayores vejámenes y trabajos forzados, ya sea en una fábrica hacinados o en un cuartito, por ejemplo. Hasta tienen nombres propios estos asuntos: Trabajo esclavo, trata de personas, por citar algunos de los tantos nombres que recibe la esclavitud en ésta época del mundo. Esto, no lo elige nadie por propia voluntad.

                Será el trabajo de cada uno de nosotros el re-aprender:
                A escuchar.         A escuchar a un ser querido que intenta aconsejarnos.
                                               A oír esa voz milenaria de nuestra Tradición que todos los días llega hasta vos. El reclamo de cada uno de los Profetas del TaNaJ que pide por una sociedad más justa y un mundo mejor. Estar atentos para no caer y no ser cómplices mudos de las injusticias. No caer esclavos del silencio, de la paralización y del miedo.

                A saber valorar lo que tenemos. Como decimos cada mañana en Shajarit: “Baruj Atá Adonai Eloheinu Melej HaOlam she-asani Ben Jorín”, Bendito Eres Tú Adonai, Dios Nuestro, Rey del Universo, que me haces libre. No permitamos que ésta Brajá (bendición) sea en vano. Hagamos de esas palabras una realidad. Para nosotros mismos y para todos.

SHABAT SHALOM UMEVORAJ
Meir Szames


Éstas palabras de Torá están dedicadas a la bendita memoria de Margot Kofman de Schvetz (Margalit Tikva Bat Jaim Z”L), quien en vida luchara fervientemente contra las modernas formas de esclavitud y maltrato, y que su luz sigue iluminándonos a siete años de su partida física de éste mundo. ת.נ.צ.ב.ה.

28.1.15

TAN IGUALES COMO DIFERENTES

25- Tan iguales como diferentes 
(Capítulo 25 del libro “VIVIR SIN ETIQUETAS”, escrito por mi Rab Damián Karo, quien me facilitó éste texto para compartirlo)

Vimos que los seres humanos somos todos iguales y al mismo tiempo cada uno es único, irremplazable e irrepetible. Es solo una cuestión de perspectiva, de cuánto focalizamos: si abrimos suficiente el foco, somos todos iguales; si lo cerramos, somos todos diferentes. Somos todos iguales en nuestra condición de humanidad y a la vez cada ser humano es único y aporta algo singular a la vida, al grupo.
Todos somos parte de varias minorías y la vez de la humanidad toda. Dijimos que los seres humanos somos sociables, nos vinculamos con otros, vivimos en grupos y creamos cultura. En nuestra sociedad, la agrupación de los individuos y la segmentación son utilizadas para la dominación y para generar ventas. Puede que sea beneficioso para alguien, pero seguro no lo es para la mayoría de nosotros. En el “divide y reinarás”[1]aplicado en el que vivimos los que reinan puede que estén satisfechos, el interrogante es por qué lo legitimamos. Como vimos, en el momento en que dejamos de legitimarlo el sistema se desmorona. Sostenemos el régimen cuando nos enfrentarnos entre nosotros y, principalmente, cuando nos discriminarnos por nuestras diferencias. Recordemos que todos pertenecemos no solamente a uno sino a varios grupos al mismo tiempo y es lo que nos hace particularmente únicos. El collage que somos nos constituye.
Las diferencias surgen de nuestra originalidad y son precisamente esas diferencias las que nos enriquecen en el encuentro con el otro. En nuestra cultura esas diferencias han dado lugar también a la discriminación[2], la marginalidad y la exclusión. Como vimos, toda sociedad se compone de individuos, y estos debieran ser lo más importante y su satisfacción el objetivo principal. En la nuestra, se persigue el beneficio de pocos en detrimento de muchos. Vivimos en sociedades en las que la discriminación, la marginalidad y la exclusión han dejado a muchos con menos que nada. A todos como humanidad responsable del otro, de nuestro hermano, nos falta el alimento, la salud, la libertad, la educación, el trabajo, la vivienda, la dignidad.

Repasemos un poco de historia: la Declaración Universal de los Derechos Humanos se proclamó en 1948, con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). El gran tema de la Segunda Guerra, no resuelto aún por la humanidad, se relaciona con las fabricas de la muerte y con la estruendosa complicidad del silencio mundial, en principio, siguiendo por los campos de exterminio y coronado por las masacres de Hiroshima y Nagasaki. La “novedad” fue la sistematización del asesinato y el silencio cómplice del mundo que lo permitió. Después de eso aparece la Declaración de los Derechos Humanos. ¿Acaso resolvimos como humanidad el problema central? ¿Dejamos de considerar a los que están del otro lado del mundo, a los diferentes de nosotros, como menos humanos que nosotros? No, no lo resolvimos. Por más convenciones que hagamos, declaraciones de derechos y tratados internacionales que firmemos, o no, no resolvimos nosotros en nuestro hogar, en nuestra mismidad, en las palabras que elegimos y con las que construimos un mundo que es bien distinto del que decimos que queremos. Por los temas no resueltos que dieron lugar y que permitieron a las atrocidades de la Segunda Guerra es que en la posguerra tantos pensadores han trabajado los temas de la otredad y la responsabilidad[3]. La discriminación, la marginalidad y la exclusión son problemas que continuamos aún sin resolver. Tampoco hemos alcanzado los ideales proclamados en la Revolución Francesa[4](1789) de igualdad, fraternidad y libertad. Las Declaraciones de Derechos Humanos son palabras que representan intenciones que calman nuestras conciencias, pero que no son suficientes para resolver los temas de fondo.

La marginación es hija de la discriminación. Marginamos y excluimos a los débiles o a los que queremos debilitar, y los llamamos “minorías” aunque no lo sean. ¿Qué es una minoría? Tomemos distancia un instante de la respuesta inmediata, pensemos con las palabras que mejor describen, las menos enmascaradoras, las que no están encubriendo sino ayudándonos a descubrir el meollo del concepto. Asumamos una posición que nos permita formular preguntas respecto de lo que estamos analizando; preguntas que, bien formuladas, son la mitad de la respuesta. Entonces veremos que una minoría es un grupo de individuos diferentes de nosotros, marginal. Es decir que nuestra cultura, además de ser dominante, nos formatea de modo tal que quien no sea idéntico a nosotros es menospreciado y la vez considerado una amenaza. Su modo de ser diferente por sí mismo cuestiona nuestra cultura. Al ser una sociedad inmadura, necesitamos de la constante aprobación de los demás. No es suficiente adorar a nuestro Dios sino que necesitamos que todos lo adoren. Porque es tan frágil nuestra fe que necesitamos que todos los demás la validen. Si estuviéramos maduros y seguros de nuestras ideas y deseos, si nos apropiáramos de nuestras elecciones, no precisaríamos de tantas confirmaciones externas. Porque sosteniendo que el errado es el otro confirmamos que nosotros estamos en lo cierto. Si otro es diferente, deja al descubierto que existe la posibilidad de ser distintos. Nosotros también podríamos cuestionarnos y re-elegir, y es a esa libertad responsable a la que le tememos. Como los animales nacidos, tras muchas generaciones, en cautiverio, estamos aterrados ante la posibilidad de que alguien se deje la puerta de la jaula abierta.
Al discriminar nos tornamos ridículos, analicémoslo y veamos: la acepción del término “minoría” es ajena a como generalmente la utilizamos, es grotesco pensar en que un grupo mayoritario puede ser llamado minoría. Por ejemplo, puede ser que haya más mujeres que varones, pero mientras el poder y la dominación estén en manos de los varones, seguirán siendo consideradas una “minoría”, débiles y vulnerables. En la era de las “comunicaciones” y “la aldea global” consideramos algo minoría, diferente y marginal según el lugar en el que nos encontramos, esto es por lo menos extraño. Por ejemplo, si en una ciudad somos mayoría los de nuestro credo respecto de los de otro discriminamos a estos considerándolos minoría olvidando, por otro lado, que en el país ellos son mayoría. Podríamos continuar con esta lógica y prestar atención a que América y Europa son minoritarios en terrenos y población, mientras se comportan como si fueran mayorías.
¿Otro ejemplo? Un chino en Buenos Aires puede ser discriminado como una minoría siendo los chinos por lejos mayoría en el mundo respecto de los argentinos. O también puede ser discriminado por cómo habla el español siendo que nosotros en China no hubiéramos hablado mejor el chino en el tiempo que el aprendió el idioma.
Maduremos, enorgullezcámonos de quienes somos y dejemos ya de burlarnos de los diferentes de nosotros; amémonos y podremos amar a los otros.

Discriminadores anti-discriminación
Muchas veces enarbolamos hipócritamente las banderas de los derechos humanos en pos de nuestro grupo. Supongamos que hubo una agresión contra alguien de un grupo al que pertenecemos. Vamos a marchar y a declamar por los Derechos Humanos por la no violencia, la no discriminación, el no ataque contra las minorías, que casualmente en este caso es la nuestra. Al día siguiente, otro grupo minoritario es agredido y convoca a una marcha reclamando lo mismo que nosotros en el día de ayer: la instrumentación y vigencia de los Derechos Humanos, de no agredir a las minorías y de que esa minoría no sea discriminada, etc. Ahora bien, si es cierto lo que proclamamos ayer debiéramos participar activamente hoy en la marcha. Si ellos están convencidos de lo que están proclamando, debieran haber marchado también con nosotros ayer. Y quien agredió —a los dos grupos— también pertenece a una minoría. Aquí está la trampa que una vez descubierta es la solución misma. El problema es que estamos reclamando egoístamente desde nuestro propio interés y no verdaderamente por los Derechos Humanos. No nos comportamos como si auténticamente adhiriéramos a ellos, sino que utilizamos los Derechos Humanos para nuestro propio beneficio. Si todos deseáramos y obráramos en pos de los derechos individuales y contra la opresión, la imposición, la diferenciación por sí mismas, todos iríamos a todas las marchas y repudiaríamos todos los actos de discriminación. Es decir, que no habría más ni marchas ni agresiones.

De nueras y yernos
Los míos, los tuyos, los nuestros
Cuando a alguno de los dos integrantes de una pareja le disgusta algo de alguno de sus suegros, en el caso que sea un tema para conversarlo, se sugiere que quien lo hable sea su hijo y no su yerno o nuera. Cada uno de los cónyuges puede enfrentar a sus padres, pero no es recomendable que lo haga con sus suegros. Si en la pareja hay un buen diálogo y cada quien habla con sus propios padres, entonces estos entredichos serán diluidos y olvidados en el transcurrir del tiempo. Esto es así ya que el amor de los padres por los hijos permitirá sanar las heridas, mientras que con el yerno o la nuera la anécdota quedará fijada en los malos recuerdos.
De manera análoga, si realmente nuestros valores son los que pregonamos, como los de los Derechos Humanos, sería más efectivo que cada uno los predique entre los de su propio grupo en pos de los de los otros. Si decimos creer en la no discriminación —y no es una excusa para que no nos discriminen a nosotros sino que verdaderamente creemos que la discriminación es negativa—, entonces podemos hablar con “los nuestros” contra la discriminación de todos “los otros”. Por ejemplo, si un judío les habla a favor del Islam a los judíos, van a escuchar mejor que si lo hace un islámico; los conoce mejor, comparte los códigos, las mismas sensibilidades y sabe cómo abordarlos. Pero si un islámico les habla a los judíos, es probable que no llegue su discurso a ser aceptado y hasta que sea contraproducente. Al judío que habla de no discriminar a los islámicos se lo puede condenar entre los propios, sin embargo ahí termina el asunto. Mientras que si el islámico les dice las mismas palabras, condenarán a todos los islámicos. Seamos coherentes en nuestros actos para que se cumplan nuestros deseos. Trabajemos para que los valores que pregonamos sean los que rijan nuestra sociedad, y pidamos para todos lo mismo que pedimos para nosotros. Ocupémonos de plasmar los valores en los que creemos para la humanidad y no solamente para nosotros.

Aquello a lo que no estamos acostumbrados, que pertenece a otra cultura, nos impacta. Si estuviéramos seguros en nuestra mismidad, con nuestro amor por nosotros, con nuestra felicidad, no estaríamos tan necesitados de definir, etiquetar, a quien acostumbra o elije otra cosa, como si fuera otro completamente ajeno a nosotros. Podríamos focalizar en que es o elije lo mismo que nosotros: ser libre, responsable y feliz; que está atravesado por su cultura y se libera hasta donde puede; que va siendo en sus elecciones, que no son ni buenas ni malas, ni propias ni ajenas, sino las suyas, y que es lo más amoroso posible consigo y con los otros.
Somos iguales, lo único que sucede es que usamos ropas diferentes, hablamos diferentes lenguas, adoramos dioses diferentes, disfrutamos de maneras diferentes, comemos alimentos diferentes, tenemos creencias diferentes, sistemas diferentes de familia, de sociedad, de vida, de medicina, de tecnología. No existe ningún problema en ello. Veamos qué podemos compartir y aprender de otras culturas. Compartamos saberes, costumbres, artes, estilos, ritos, ideas, creencias, y seguiremos siendo quienes somos.


[1] Nicolás, Maquiavelo, El príncipe.
[2] El Diccionario de la Real Academia Española define discriminar como: “Seleccionar excluyendo, dar trato de inferioridad a un individuo o colectividad”.
[3] Emmanuel Lévinas, Martin Buber, etc...
[4] Como dice Adolfo Aristarain en Lugares comunes.