22.6.12

PARASHAT TERUMA


            En la secuencia de las secciones semanales de la Torá, venimos del Monte Sinaí, de recibir las leyes generales y particulares que nos encomienda D’s.
            Esta Parashá comienza diciendo “Habla a los hijos de Israel y que separen en Mí Nombre ofrenda -Terumá-” (Shemot - Éxodo 25:2)
            Al respecto, el autor Tseror Hammor escribe que todo lo que la persona hace y actúa en este mundo no es para él mismo, en definitiva es para los demás, con la salvedad de la satisfacción que le proporciona el estudio y el cumplimiento de la Torá y la ayuda desinteresada -Tzedaká- que puede proporcionar a su congénere. (Libro de Éxodo, Rabino Marcos Edery, Ds’ es mi estandarte, pág, 246)
            Más adelante se continúa con los detalles de la construcción del Mishcan -Tabernáculo- y dice “Habrán de hacer ellos un arca -Arón-” (Shemot - Éxodo 25:10)
            El primer elemento a construir en el Mishcan será el arca por ser el lugar donde quedarán depositadas las tablas de la Torá.
            Rab Edery llama la atención sobre que desde el punto de vista gramatical, el mandato de la construcción del Arón es enunciado en plural “vahasú”, queriendo alegóricamente indicar que la Torá no es patrimonio ni posesión de ningún individuo ni de ningún grupo selecto. La Torá pertenece a todos los seres humanos del mundo que quisieran tenerla.

            Caprichosamente tomo el siguiente versículo para extenderme “Ellos habrán de hacer para Mí un Santuario -Mikdash- y Yo habré de morar entre ellos” (Shemot - Éxodo 25:8)
            Al tomar este versículo se me ocurren delinear dos posibles tipos de objetivos: el del Mishcán y el que nos podemos trazar cada uno de nosotros y las comunidades a las que pertenecemos.

            Uno de los objetivos del Mishcan, -Tabernáculo- y de buena parte de las prescripciones de la Torá, es alejar al pueblo santo -Goi Kadosh- de la idolatría -Avodá Zará-.
            Esto me recuerda a la enseñanza que escuché de Rabí uMorí Itzjak Karo de que la Avodá Zará no está en los objetos de por sí, sino en nosotros mismos, que le asignamos a las cosas la facultad de ser “ídolos”.
            Es decir, la posibilidad de que algo sea “Tamé” impuro o “Tahor” puro, corre bajo nuestra responsabilidad. El hacer del dinero, de las vanidades, del trabajo diario algo impuro, es nuestra responsabilidad. El asignarle, por ejemplo al dinero, un valor supremo, es nuestra culpa. Y está en nuestras manos darle importancia a las cosas que realmente las tienen y dejar de adorar falsos ídolos.
            Una imagen de por si no tiene nada malo, pero cuando es objeto de culto, es ahí donde incumplimos la Mitzvá de no adorar imágenes.
            Con esto quiero decir que no debemos cargar a los demás con nuestras debilidades. Sino hacernos cargo de nuestro compromiso con salir de nuestras estrechuras, nuestras esclavitudes, nuestros “Egiptos” y liberarnos de los ídolos ajenos.
            Pensando ahora en nosotros mismos ¿Cómo podemos hoy en día propiciar un lugar de encuentro del hombre con D’s? ¿Cómo construirlo?
            Encontramos un Midrash en Shemot Rabá (pág. 86) en el cual se cuenta el caso de un rey que tiene una hija única, y que es tomada por esposa por otro rey. El padre no puede separarse de su única hija. No puede pedirle al yerno que no se lleve a la hija, en cuanto es su mujer. Sin embargo le pide un favor personal: que cada vez que esté con ella, la embellezca, la glorifique. Esto le dice HaKadosh Baruj-Hu a Israel: les doy la Torá, separarme de ella no puedo. Decirles que me la quedo para Mí no puedo. Sin embargo, en toda ocasión que ustedes vengan a la Casa de D’s hagan que Mi Gloria y Magnificencia estén allí, como está dicho “y me harán a mi un -Mikdash- Santuario…”.
            Hoy por hoy, no tenemos un lugar físico, llámese Mishcan, Beit HaMikdash. Y habrán oído decir que Am Israel es el “Pueblo del Libro”. Supongo que será que leemos mucho, pero me parece que concretamente se refiere a “El Libro Secreto”, la Torá, en toda su amplitud.
            Nuestro refugio espiritual está ahí, esperándonos. Esperando no ser un adorno en la biblioteca. Esperando ser estudiado con ahínco. Cuando buscamos soluciones para nuestros asuntos pareciera que no queremos ir a lo más básico, a lo nuestro. Nuestra Tradición está ahí, esperando ser nuestro lugar de encuentro con lo trascendente.
            Vimos arriba que ella no pertenece a nadie en particular, y es propiedad de todos los que quieran hacer de ella un lugar de sana discusión. Un lugar donde la discusión no sea pelea, sino sea enriquecimiento de una forma de hacer y pensar que lleva varios miles de años. La tradición judía, las fuentes, la Torá “no es de naides y es de todos”. Cada uno que la quiera de verdad que se sienta convidado.
            Por último, tengamos en cuenta que la “Terumá” -ofrenda- debía ser entregada voluntariosamente, de corazón, como corresponde que nos entreguemos a la Torá, de corazón.
            Que el Keter Torá -corona de la Torá- sea una realidad y no sólo un emblema colgado en las cortinas del Arón HaKodesh –Arca Sagrada-  de tu comunidad.

“No digas: cuando tenga tiempo estudiaré, porque tal vez nunca lo tengas.” Pirkei Avot 2:5

Meir Szames


En memoria de Margalit Tikvá Bat Jaim Kofman de Schvetz Z’L, mujer modelo de ser humano y fuente de luz y bendición para los que tuvimos la gracia de cruzarnos con ella.

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