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Esta semana,
que está marcada por la llegada de la festividad de Purim este jueves a la
noche, tiene una lectura de Torá que es muy particular. ¿Qué tiene de
particular esta parashá? En toda la parashá no aparece el nombre de Moshé
Rabeinu. Y es un detalle no menor, ya que desde el inicio del libro de Éxodo
(Shemot), donde se relata su nacimiento, hasta la finalización del Deuteronomio
(Debarim), dónde se marca el final de su vida física, Moshé es el líder del
pueblo, y el interlocutor entre Dios y el pueblo de Israel, y resuena todo el
tiempo su nombre en cada sección de la Torá.
Una de las
tantas explicaciones clásicas, es que esta parashá coincide habitualmente con
la semana del 7 de Adar, fecha indicada por la Tradición como fecha del
fallecimiento de Moshé.
De todos modos,
Dios le habla a Moshé constantemente en esta parashá, pero no lo nombra: “Y
tú habrás de ordenar (tetzavé) a los hijos de Israel”… “Empero tú habrás de
acercar hacia ti a Aharon tu hermano y a sus hijos con él” … “Empero tú
hablarás a todos los de corazón sabio”… Es decir, Dios le habla a Moshé
durante toda la parashá, aunque no aparezca su nombre. Moshé se la pasa
haciendo cosas, aunque no figure. Todos los preparativos del Mishcán
(Tabernáculo), el entrenamiento de su hermano Aarón y sus sobrinos, los cohanim
(sacerdotes), está “de aquí para allá” toda la parashá, anónimamente.
Todos sabemos que él es quien está siguiendo las ordenes Divinas.
Supongo que
siempre hay gente así, que trabaja y logra objetivos, sin que su nombre figure
en ningún lado.
Pero quiero
sumar algo, en otros años no coincide Purim con esta parashá. Y eso nos aporta
un detalle más: Así como en Tetzavé no figura el nombre de Moshé, en Meguilat
Esther, el libro que es parte del Tanaj y que se lee en Purim, no figura el
nombre de Dios. Un libro de la Biblia donde no figura el nombre de Dios. Sin
embargo, de la lectura del Libro de Esther se nota indudablemente donde está la
obra de Dios, donde está metida “Su mano”.
¿Cuántas veces
nos suceden cosas así a nosotros? ¿Cuántas veces no podemos ver lo evidente?
Esta idea me
lleva a lo que explica Maimónides sobre Abraham Avinu, nuestro primer
patriarca, el primer monoteísta. En su libro Mishné Torá, al comienzo de las
leyes sobre la idolatría, se describe a Abraham Avinu de la siguiente manera: “Tan
pronto como este gigante empezó a crecer, comenzó a ocupar su mente. En su
infancia comenzó a pensar de día y de noche, y se encontró con este enigma: ¿Cómo
es posible que este planeta esté en movimiento continuo y no tenga un líder? ¿Y
quién, en efecto, lo hace girar, siendo imposible que gire por sí mismo?[1].
Así se sigue describiendo a Abraham, siendo que él fue en búsqueda de Dios, y
allí se le manifiesta.
Un dato a
propósito de la creación del mundo y la construcción del Mishcán: ¿Saben
cuántos versículos ocupa cada uno de esos asuntos en la Torá? La creación del
mundo por el Kadosh Baruj Hu, ocupa 34 versículos, incluyendo el Shabat
(Génesis 1:1 a 2:3). La construcción del Mishcán ocupa nada más y nada menos
que 450 versículos.
El mundo lleva
34 versículos en ser creado. El mundo lleva muchísimo tiempo más en ser
construido por nosotros, los seres humanos, que intentamos trabajarlo y mejorarlo.
Con todo esto,
nos pregunto: Cuándo leemos, ¿sabemos leer lo que el texto no dice? Cuándo
vemos una obra, ¿entendemos que hubo mucha gente involucrada que no se lleva
los créditos? Cuando tenemos una duda, un enigma por resolver ¿sabemos cómo
buscar? ¿Somos conscientes del esfuerzo que implica cada pequeño logro?
Y con esas
preguntas, podemos plantearnos que el cambio es posible, para eso hacen falta
líderes, se vean o no se vean. La transformación de este, nuestro mundo, en un
mundo mejor, necesita de un liderazgo que esté dispuesto a liderar ese cambio. Líderes
dispuestos a dar el ejemplo, ejemplos que sí se vean, aunque no figuren luego
sus nombres, ni se lleven los créditos. Así vamos a lograr completar la obra,
con el aporte de cada uno.
Esta semana
leeremos textos que nos desafían a ver más allá de lo evidente. Espero que
podamos abrir los ojos, no sólo los físicos, sino los del intelecto y el
corazón, y motivarnos a seguir adelante con esta desafiante labor, de construir
un mundo mejor.
¡Shabat Shalom!
Rab Meir Szames
Dedico estas
palabras de Torá a la memoria de Antonio Leiva, recientemente fallecido, quien,
junto a toda su familia, siempre me recibieron en su casa como uno más de la
familia.